domingo, 4 de enero de 2009

Juegos para señores bajitos

Una de mis anecdotas favoritas de la historia de la literatura tuvo lugar en la decada de los veinte. Al escultor George Frampton le pidieron que esculpiera una estatua especial para ponerla en los jardines de Kensington. La estatua quedaría cerca del islote de los pajaros, donde muchas tardes, un señor con la capacidad mover las dos orejas a la vez, les contaba historias a los niños de la familia Davies. Historias sobre un niño que dormía en un nido construido con un billete de cinco libras que el poeta Shelley olvidó en el parque, con un extraño oficio, el de cavar un tumba y eregir un lapida para los niños que se perdían en el parque y morían de frio y con un habílidad peculiar: La de no crecer nunca. Así que cuando Barrie (o el señor que movía las orejas) entró en el taller de Framptom, no dudo un segundo en distinguir a Peter Pan.

Tanto le gustó la estatua que le Barrie le hizo una petición al escultor; que la instalación de la obra en los jardines se realizara de noche. Framptom quisó saber el porque de aquella petición, pero el dramaturgo le dijo que sólo se lo diría a la mañana siguiente de que colocaran la escultura.

Así, como unos ladrones, muchos obreros y una grua irrumpieron en mitad de la noche en los Jardines de Kensinton cargando con una estatua gigantesca. Terminaron al borde del amanecer y Framptom decidió esperar al escritor al pie de la estatua. Cuanto este apareció durante su paseo matutino. El escultor corrió a preguntale el porque de aquella petición. Entonces aquel escoces bajito y algo escualido le dijo:

- No te has dado cuenta. Ahora los niños creeran que las hadas lo han puesto ahí.

Todos creyeron que fue un gesto precioso hacía los niños, pero de lo que no se dieron cuenta es que el propio Barrie era el más niño de todos. Porque como dijo él mismo "El horror de mi infancia era que yo sabia que se acercaba el tiempo en que debería renunciar a mis juegos y eso me parecía intolerable. Entonces resolví seguir jugando en secreto"

Yo no sé el resto de los escritores, pero un servidor escribe exactamente por eso. No por acercarse a la verdad, no por hacer sentir a otros, por supuesto no por la fama. Un servidor lo hace porque es el juego más divertido al que uno puede jugar.

Así que ya sabéis, si esta noche los reyes no os traen el scalextric que llevais pidiendo desde los diez años o los calzetines no son de vuestra talla, recordad que siempre hay una hoja en blanco por ahí suelta.


Cuando por los altavoces anuncian que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo. Ramón Gomez de la Serna

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alucinanteeee!!!
Menuda mañana de reyes me estoy llevando!!
Mua!

JuaKo dijo...

Muy buena historia, Corra. Y la frase de Gomez de la Serna es brillante.

Yo creo que el juego/escritura y la ficción como búsqueda de la verdad (de cada uno) están íntimamente relacionados. Haz la prueba y preguntale a un niño: te dirá que jugar es lo más serio que ha hecho nunca.

Abrazos y feliz 2009.
JK.