jueves, 19 de febrero de 2009

Mi ascensor ya no vota

Mi ascensor ya no vota. Supongo que esto para nadie es una gran noticia, pero a mi me ha trastocado la existencia. El caso es que en los 21 años que llevo viviendo en esta casa, mi ascensor ha sido siempre un constante susto para mis visitas. Porque en vez de decelerar poco a poco hasta llegar a detenerse, mi ascensor se detenía de golpe. Lo que provocaba un pequeño salto hacía arriba. Esto claro, para quien no lo conociese. Porque los que viviamos aquí, sabiamos el momento exacto para hacer fuerza contra el suelo y quedarnos ahí.

Pues bien, después de todo una vida, han decidido arreglarlo y a mí me tiene a maltraer. No me acostumbro. Todavía cuando llega mi piso, sigo haciendo ese movimiento absurdo para no salir despedido hacia el techo. Pero claro, ya no sirve para nada.

¿Por qué ocurre esto? La conclusión que yo he sacado con todo esto es que mi cuerpo no se fía. Llevo tanto tiempo en posición de defensa que, aunque ahora las cosas están bien, no puede cambiar de posición. Se ha acostumbrado. Vive esperando ese pequeño salto y no puede evitar contraerse.

Cada vez que abró la puerta del ascensor, me siento completamente idiota. Como si no fuese capaz de habituarme a lo bueno.

Pero tranquilos sé que algun día, dentro de un tiempo, me montaré en el ascensor de algún amigo y cuando llegue a su piso, me sorprenderá un pequeño salto que me hará perder contacto con el suelo. Entonces me reíre y pensaré en los días que mi ascensor votaba.

Una de breves

"Cuando llegó al centro del laberinto, comprendió que empezaba a estar perdido"

martes, 10 de febrero de 2009

Costumbres de escritor

Cuentan que los conserjes de la universidad de Salamanca oyerón aporrear la puerta principal en mitad de la noche. Creyendo que sería algun gamberro, los pobres bedeles bajaron con palos y con lo que buenamente pudieron aprovisionarse. Pero al abrir la puerta no se encontraron a ningun gamberro, ni siquiera a un estudiante, si no al mismisimo Miguel de Unamuno. Don Miguel, que vivía a apenas uno metros, venía echando pestes "¡Así uno no puede escribir! ¡Es imposible!" Los empleados, tras pasar un momento de inseguridad, se interesaron por lo que le sucedía. Don Miguel les grito: "¡Papel! ¡No tengo papel!" Uno de los conserjes se acerco corriendo a una de los despachos y le dió un taco de folios. Don Miguel se lo agradeció, tomo las hojas de papel y se sento en un banco del pasillo. Se quedo como mirando al infinito uno segundos y, ante la cara atonita de los conserjes, cogió un folio y comenzó a doblarlo hasta conseguir una pajarita de papel. Cuando la terminó, cogió otro papel y fabricó otra pajarita de papel, que dejo junto a la otra. Así continuo hasta que hizo una formación de ocho pajaritas. Entonces se levanto y dijo: "Ahora ya puedo seguir escribiendo". Y se marcho dejando atras las ocho pajaritas y el taco de folios.


Obviamente esta anecdota es inventada, pero esta basada en dos hechos ciertos, uno: Unamuno tenía la casa llena de pajaritas que fabricaba mientras escribía y dos: los escritores somos animales de costumbres. Necesitamos preparativos, manias, talismanes... lo que sea, pero algo que nos haga arrancar.

En mi caso, es muy sencillo. No escribo nada hasta tener una primera frase. Si tengo una primera frase, la escribo y luego todo fluirá. Pero no es nada facil encontrar primeras frases, es más diría que es lo más complicado. Así que tengo que tener un sistema. Eso consiste en sentarme en mi silla, abrir internet y buscar sobre lo que quiera escribir. Comienzo a leer cosas que realmente no me interesan, pero esas primeras paginas me hacen recordad cosas que me interesan más. Así voy saltando de lectura en lectura hasta que algo hace clic y tengo mi primera frase.

Que ha ocurrido estas semanas; que por problemas técnicos no he tenido internet. Así que era para mi imposible escribir. Sirva esto a modo de excusa para mis lectores.