lunes, 25 de mayo de 2009

"La capacidad del cerebro humano es finita, no así las oraciones que puede generar e interpretar"

Esta frase es una de los descubrimientos más apasionantes del siglo pasado. Algo así como el E=mc2, pero en versión lingüística. Dinamito todos lo estudios escritos hasta el momento y dio paso a una verdadera revolución. Pero siempre que escucho esta frase en vez de pensar en teoría del lengua o filosofía del lenguaje, me da por pensar en dos escritores.

Dos escritores separados por miles de kilometros, pero que utilizan la misma lengua. Cada uno, en su país, tienen la misma idea; una novela sobre la guerra, pongamos por ejemplo. Ambos se ponen frente al papel en blanco y comienzan a escribir. Los dos lo hacen exactamente con las mismas palabras. Utilizan las mismas oraciones, los mismos dialgos, los mismos nombres para sus personajes. Todo igual. Como si se tratase de una obra calcada. Un día, por casualidad, descubren la obra del otro escritor y se dan cuenta de que han escrito la misma obra.

Si esto fuera una comedia, los dos se presentarían ante un juez alegando su autenticidad. Así hasta que el juez diría con gracia: "Pero que más le da, si el único ejemplar que vendieron fue el que compró el otro" Si lo hubiera escrito Kafka, todo sería angustia y oscuridad.

Pero qué sentiría yo en la realidad si un día encuentro algo idéntico a lo que he escrito yo. Sin duda curiosidad, total curiosidad por conocer a mi doble, al que usurpa mis palabras o quien se las usurpo yo.

Mientras tanto me mantengo con la idea, de como teniendo tantas palabras a mi alrededor, siempre me trabo escribiéndolas.

jueves, 14 de mayo de 2009

Contrarestar la obligación

Tengo que confesarlo y de verdad que me duele en el corazón, pero me aburre leer el Quijote. Creo que es un libro magnifico, me encantan sus personajes y está escrito como ningun otro libro. Pero cada vez que empiezo una página, me entra la somnolencia. Esto, por desgracia, no es culpa del señor Cervantes sino del sistema educativo que me obligo a leerlo por primera vez con 15 años. En cada parrafo están las eternas tardes leyendo bajo el flexo de mi habitación. Y es que no hay mejor forma de joder un buen libro, que obligandote a leerlo. Uno no puede leer contando las páginas que le quedan para llegar al final. Es como estar preso en una carcel de oro.

Pero esto, que supongo que nos ha pasado a todos, tiene su enves, su vuelta de hoja. Hay libros que sin ser los mejores que hemos leido, pasan a estar entre nuestros libros favoritos por hechos que nada tienen que ver con lo que un día el autor escribió. Esos libros pertenecen a nosotros por las mismas razones por las que odiamos a los libros obligatorios. Por ahora solo he descubierto dos formas de encontrar ese tipo de libros.

Una es por medio de otra persona. Cuando alguien nos regala un libro que le gusta, lo leemos de otra forma. Lo devoramos intentado ver en el libro a la otra persona. Creo que era Kundera el que decia algo así como "cuando dos personas leen el mismo libro, forman una alianza a traves de cada palabra" Y esa alianza, nos da algo más de lo que el libro nos ofrece.

La otra forma, es mucho más trabajosa. Se trata de la casualidad. A veces por medio de las maneras más disparatadas llega hasta nuestras manos un libro desconocido, del que nunca nadie ha oido hablar. Entonces lo lees y resulta que es bueno, muy bueno. Entonces resulta que ese buen resultado se multiplica, porque ese libro solo lo conoces tú. Es tu descubrimiento, tu America particular. Entonces decides darle voz y mostrarselo a otros, pero con la idea de que ese libro, por mucho que lo lean otros es tuyo.

Yo, para mi suerte, esta semana he encontrado dos libros así, uno con alianza y el otro totalmente perdido en el polvo de una biblioteca. Así que creo que no pierdo más el tiempo y me voy a leer.