domingo, 25 de enero de 2009

Perder contra el gordo de Minnesotta

"Look at the way he moves: like a dancer..." Eso era lo que decía "Fast" Eddie Felson ,alias "Paul Newman", sobre El Gordo de Minnesotta. Y lo decía mientras estaba perdiendo la partida de su vida, en un billar de mala muerte, borracho y a punto de quedarse sin un dolar. Pero es que señores, era El Gordo de Minnesotta.

Cada día que entró en la estación de Ciudad universitaría, me gusta mirar los versos inscritos en una de las paredes

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
como todos los jóvenes, yo vine a llevarme
la vida por delante.

Y es entonces cuando me acuerdo de mis Gordos de Minnesotta. Aquellas cosas en las que pense que era único y sin embargo un día me di cuenta de que no era tan bueno.

Siento mucha verguenza al confesar esto, pero de adolescente estaba seguro convencido de que yo iba a ganar el Premio Nóbel de Literatura. O a lo mejor no, pero sería uno de esos escritores malditos a los que siempre se nombra en los articulos de "Escritores injustamente olvidados por el jurado sueco". Como no lo iba a creer, no había conocido a nadie que escribierá mejor que yo. Pero entonces llego mi Gordo de Minnesotta.

Tuve que hacer tres veces la prueba para entrar en la escuela de Cine, la primera vez pense que simplemente me había puesto nervioso en la prueba de escritura y no había podido sacar todo mi potencial. El segundo año me echaron después de hacer la entrevista con los jerifaltes de la Escuela, supuse que no les había caido bien, cosa que no tenía nada que ver con mi escritura. Pero al tercer año entre en la escuela y descubrí el porqué de mi no acceso los años anteriores, había gente que escribía mejor que yo.

Eso me causo un profundo ataque a mi autoestima. No solo veía lejos las fiestas en suecia, es que ya no veia nada a mi alrededor. Así que durante tres años, me pase diciendo: "Look at the way he moves: like a dancer..." Admirado por lo que podían hacer otros y yo intentaba con desigual resultado.

Entonces un día llego Salinger. Yo nunca había leido nada suyo, porque estaba muy enfadado con su primera pagina del "Guardían entre el centeno" en la que repetía una y otra vez que los del cine eran unos mentiroso. Pero un día llego a mí de nuevo y lo entendí, lo entendí tanto, que quise escribir como lo hacía él. No "como" él, si no como lo hacía él, sin Gordos de Minnesotta. Solo escribir por escribir, sin querer ser el nuevo nadie. Sólo escribir.

Recuerdo que esa noche me sente y escribi durante horas. Termine un relato, un buen relato, porque no iba destinado a nadie, porque no tenía el sabor del miedo. Porque como "Fast" Eddie Felson al final de la pelicula, cuesta descubrir que la única forma de no perder contra el Gordo de Minessotta era no competir contra él.

lunes, 19 de enero de 2009

¿Como se marca un libro?

Elegir un libro es siempre un peso. No conozco a nadie que ame leer y que entre en una librería vea un libro que le guste, lo compre y se marche. Decidir con cual te quedas es como sentarse en clase el primer día de instituto, si eliges mal, nada va a cambiar en tu vida, pero si eliges bien al sentarte, puede que encuentres a tu mejor amigo. Así fue como encontré yo a mi mejor amigo.

Por eso cada uno de sus cumpleaños le regalo un libro "por algun motivo" como dice él. Le regalo un libro para que cambie su vida. Este año le he tenido muy dificil, he buscado y buscado y nada me convencía. Así que mientras revisaba las librerías y me desesperaba por no encontrar nada, recordé la cita con que comienza uno de mis libros favoritos "Yo supongo que los abogados tambien fueron niños" El libro es Matar a un ruiseñor y en aquel momento pensé que podría ser "el libro", pero no sabía porque.

De camino a la caja, mientras pensaba en porque ese libro y no otro, se me ocurrió que a lo mejor podría regalarle un marcapáginas bonito, para exculpar mi absoluta falta motivación. Fue entonces cuando mi parte racional se enfado con mi parte sentimental y lo echo una buena reprimenda. Porque mi parte racional sabe perfectamente que los marcapaginas no se eligen como los libros, se encuentran.

En mi corta formación como lector, jamas he utilizado un marcapaginas fabricado para ser usado como tal. Los marcapaginas siempre fueron otras cosas, reutilizadas como marcapaginas. Y por supuesto ligados a un solo libro. Mucha gente recuerda la música, el lugar, el olor en el momento en que leyeron un libro, yo suelo recordar los marcapaginas que use para ese libro. Asi recuerdo el dolar que me encontré en San Fermin entre las paginas de "Alpe D´Huez" o la oferta de dos cervezas por una de un bar de Leganés al final de "Un hombre solo".

Sobra decir que jamas doblo la esquina de un libro (me parece un crimen tan multable como mear en la calle o gritar en la noche). Aunque tambien muchas veces no uso marcapaginas, sobre todo en thriller con mucha trama, porque así tengo que recordar porque parte de la trama iba hasta encontrar la pagina en la que lo había dejado.

Pero sin duda lo que más me gusta de los marcapaginas, es encontrarmelos con el paso del tiempo. Abrir un libro y encontrarme aquellos tickets de autobus de Oxford Street o prestarselo alguien y que al devolvemelo me diga "tenía esto" y sea un esquema de mis clases de historia de hace diez años.

En fin que no seais de esa gente que se compra un mercapaginas new age y lo utiliza para el resto de la vida. Fijaros la de cosas que os perdereis.

sábado, 10 de enero de 2009

Seductor de historias

Los periodicos estan hechos para leerlos en el desayuno. Esa es una verdad que muy pocos conocen, porque nadie vive en una serie americana y aquí nadie nos va a dejar el periodico en la puerta, mientras se calienta la leche en la cocina. Por suerte yo tengo a mi padre, que al menos los fines de semana me tiene el periodico preparado, para cuando yo decida salir de la ducha.

Y digo que los periodicos estan hechos para leerlos en el desayuno, porque se leen de otra manera. No solo por empezarlos por la última página como mandan los canones, si no porque mientras desayunamos todo va a otro ritmo. Yo puedo asegurar que muchos días tardo más en desayunar una tostada, que en comer dos platos y postre. Y cuando leemos con ese ritmo cadencioso, nos detenemos con casi cualquier articulo y así podemos descubrir articulos como este

Mientras leis el articulo, os cuento que este chico es un fantasma y que este articulo no es más que una pequeña promocion que le han dejado hacer sus compañeros del pais de su primera novela, que aun no se ha publicado.

El caso es que el articulo me ha gustado, y mucho. Me ha hecho recordar una bonita intimidad que nos conto un famoso guionista español, del que no voy a dar el nombre. Un día su novia entró en casa, llena de bolsas de la compra y le descubrió envuelto en lagrimas, tumbado en el sofa. La chica tiro todo al suelo y corrió a preguntarle que le pasaba. Él, lloraba tanto, que era incapaz de decir nada. Ella mientras le tanteaba con hipotesis horribles: Ha muerto tu padre, tu hermana a abortado. Y él respondio a todo que no con la cabeza. La chica por fin consiguió calmarle y él, aun moqueando, le dijo: tienen que separarse, no pueden acabar juntos. La chica entendió todo al momento y se fue a recoger la compra. Estaba hablando del final de su guión.

Yo no soy tan fiel con mis creaciones. Salvo uno o dos grandes amores en mi vida, al tiempo, suelo descubrir que no eran tan interesantes como yo creía al principio. Así que los abandono sin piedad, porque a mí, al reves que en la vida, la parte que más me gusta es la de la sedución. Ese momento en que una historia empieza a seducirte, y aunque aun esta en penumbras, no te decides a escribirla. Sabes que te gusta, pero a lo mejor no está hecha para ti, así que dejas pasar un tiempo entre vosotros. Entonces, empezais a pasar mucho tiempo juntos, ella te descubre nuevas cosas y tu vas cayendo poco a poco en su red. Hasta que un día en un autobus o mientras duermes, algo hace clic en tu cabeza y piensas; creo que voy a intentarlo.

Yo ahora ando en amores con una historia de casualidades, de la que no sé que pensar, puede que sea un de los tres grandes o quizá sólo un amor de invierno. Pero como dice Use Lahoz !Qué viva el amor¡ aunque sea literario.

viernes, 9 de enero de 2009

La pertiga del funambulista

Fue la pertiga lo que les saco de sus ilusión. No, aquel hombre no estaba flotando en el aire, pero durante unos minutos lo pensaron. Fue el siete de agosto de 1974, cuando cientos de personas se arremolinaron entre las dos Torre Gemelas, para mirar a un hombre caminar a más de 452 metros de altura. A causa de la distancia, nadie de los que estaban abajo pudo ver el cable sobre el que estaba subido. Para los que pisaban tierra firme, aquel loco caminaba sobre el aire.



El loco se llamaba Philippe Petit y estuvo más de cuarenta y cinco minutos subido entre las dos torres, con policias a los lados esperando a que terminara detenerle. Durante esos cuarenta y cinco minutos fue de lado a lado, hizo saltos, se sento en el medio de la nada y hasta tuvo tiempo de saludar a varios de sus admiradores.

Pero lo verdaderamente emocionante es verle bajar esposado, aun con su traje negro de trabajo, y contestar a la única pregunta que le hacían los periodistas: Why? Why? El tipo se giro con una sonrisa y les contesto con su acento frances: There is no why.

Eso me hace pensar que la mayoría de veces que somos valientes y nos la jugamos a una carta, lo hacemos sin sentido. Puede que nos salga bien y puede que nos salga mal, pero tenemos que hacerlo.

domingo, 4 de enero de 2009

Juegos para señores bajitos

Una de mis anecdotas favoritas de la historia de la literatura tuvo lugar en la decada de los veinte. Al escultor George Frampton le pidieron que esculpiera una estatua especial para ponerla en los jardines de Kensington. La estatua quedaría cerca del islote de los pajaros, donde muchas tardes, un señor con la capacidad mover las dos orejas a la vez, les contaba historias a los niños de la familia Davies. Historias sobre un niño que dormía en un nido construido con un billete de cinco libras que el poeta Shelley olvidó en el parque, con un extraño oficio, el de cavar un tumba y eregir un lapida para los niños que se perdían en el parque y morían de frio y con un habílidad peculiar: La de no crecer nunca. Así que cuando Barrie (o el señor que movía las orejas) entró en el taller de Framptom, no dudo un segundo en distinguir a Peter Pan.

Tanto le gustó la estatua que le Barrie le hizo una petición al escultor; que la instalación de la obra en los jardines se realizara de noche. Framptom quisó saber el porque de aquella petición, pero el dramaturgo le dijo que sólo se lo diría a la mañana siguiente de que colocaran la escultura.

Así, como unos ladrones, muchos obreros y una grua irrumpieron en mitad de la noche en los Jardines de Kensinton cargando con una estatua gigantesca. Terminaron al borde del amanecer y Framptom decidió esperar al escritor al pie de la estatua. Cuanto este apareció durante su paseo matutino. El escultor corrió a preguntale el porque de aquella petición. Entonces aquel escoces bajito y algo escualido le dijo:

- No te has dado cuenta. Ahora los niños creeran que las hadas lo han puesto ahí.

Todos creyeron que fue un gesto precioso hacía los niños, pero de lo que no se dieron cuenta es que el propio Barrie era el más niño de todos. Porque como dijo él mismo "El horror de mi infancia era que yo sabia que se acercaba el tiempo en que debería renunciar a mis juegos y eso me parecía intolerable. Entonces resolví seguir jugando en secreto"

Yo no sé el resto de los escritores, pero un servidor escribe exactamente por eso. No por acercarse a la verdad, no por hacer sentir a otros, por supuesto no por la fama. Un servidor lo hace porque es el juego más divertido al que uno puede jugar.

Así que ya sabéis, si esta noche los reyes no os traen el scalextric que llevais pidiendo desde los diez años o los calzetines no son de vuestra talla, recordad que siempre hay una hoja en blanco por ahí suelta.


Cuando por los altavoces anuncian que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo. Ramón Gomez de la Serna