miércoles, 10 de septiembre de 2008

El guionista jarrón

Hace una hora he empezado un articulo para el blog, que hablaba de las deidades de leer el periodico por atrás. Pero pronto he sucumbido a lo que yo llamo el sindrome del guionista jarrón. No, tranquilos, no temais por mi vida. Este sindrome solo tiene un sintoma, la descarga de toda la ira en lo que estes escribiendo. Así de sencillo. ¿Y que produce este sindrome? Escribir en casa. Cuando tú estas tecleando ante un ordenador, para el universo solo eres un hombre más o menos feo, tecleando en el ordenador y actua en consecuencia, por eso manda carpinteros a las cuatro de la tarde.

Siempre escribo con música muy alta, aunque poco ruidosa, para evadirme y no oir nada que puede hacerme perder la concentración. Pero cuando oyes un taladro trás tu cabeza, pierdes la concentración "¿Qué demonios es eso? Un taladro a la hora de la siesta, mi padre se ha vuelto loco" pero tu mente no deja que te distraigas más. Sigues escribiendo, concentrado aunque algo molesto, entonces descubres una voz mucho más grave que las de tu padre en el salón. Tu cabeza no lo resiste, y en vez de estar a lo que escribes, comienza la rafaga de hipotesis "A lo mejor ha venido el tio o quiza algún amigo de mi hermano" Visitas poco propicias, pero amables al fin y al cabo. Tu mente no consigue descifrar de quien es la voz, así que decide engañarte, te envía una señal de ganas de mear, que es mentira. Tú te levantas de tu silla , con el calzoncillo pegado por el sudor y cuando caminas hacia el baño intentado separar la tela de tu culo, aparece ese señor con bigote(obviamente el carpintero), que te mira como si nada. Te metes en el baño a la carrera, pensando "Quien es este tio" y sobre todo "¿Tendré que darle la mano? Porque ha visto donde la tenía" Sales del baño y entiendes por su conversación que es el carpintero (Nada de apretones de mano).

Vuelves a tu trabajo, pero justo cuando ya has alcanzado la concentración necesaria para olvidar al carpintero, aparece tu madre, informandote de que van a cambiar las puertas del armario empotrado porque están fatal. Le digo que me parece bien, aunque realmente lo que pienso es "Me da igual, solo quiero que no me hableis". Pero mi madre insiste, quiere no sé que puertas y me enseña porque las va a cambiar, se pone a mover las puertas de un lado para otro de los railes. Yo no noto absolutamente nada, así que algo enfadado le digo, está vez sí, que me da igual. Que cuando venga el carpintero me saldré de la habitación.

Cierra la puerta que se abre al segundo, allí está otra vez el hombre del bigote, con mi padre. Les digo que me dejen terminar una frase, tecleo unos segundos y salgo otra vez de la habitación en calzoncillos. Procuro no tocarme el culo mientras espero a que midan las puertas y poder volver a mi articulo. Parece un trabajo sencillo, pero medir lleva su tiempo, o eso al menos debe pensar el hombre del bigote, porque tarda más de diez minutos en medir las puertas.

Por fin salen de mi habitación. Al entrar me doy cuenta de que huele raro. Prefiero no pensar en el porque y vuelvo a mi asiento. Releo lo último que he escrito y me doy cuenta que desde que empezaron los parones solo he escrito un parrafo y no tiene nada que ver con leer los periodicos por detrás. Borro todo hasta la frase donde me empece a perder y comienzo a escribir. Y entonces viene el remate, aparece mi padre y el señor del bigote en el quicio de la puerta. Empiezan a mirar los muebles para que las puertas sean del mismo color. Entonces el hombre del bigote dice "Sí, es un color roble claro" y mi padre le dice "No, yo creo que es un cerezo claro" Y ante mi atonita presencia, los dos pasan a mi habitación y se colocan veinte centimetros de mi a discutir si es roble o cerezo, sin prestarme la minima atención. Es entonces cuando me siento
un guionista-jarron. Soy parte de la decoración, un objeto más de la habitación. Soy invisible para el resto, aunque el resto no lo es para mí.

Entonces es cuando viene el sindrome del guionista jarrón, después de todos estos altercados, mi mente solo piensa en muerte y destruccion. Y mi bonito articulo de leer el periodico por atrás, acaba siendo un manifiesto en contra del "El che, el argentino", de Telecinco, de La ley del cine, de la Sgae, de las distribuidoras, del publico de extrarradio... Y es estonces cuando me doy cuenta de que he sucumbido. Tengo el sindrome. Solo hay una forma de calmarlo. Borro todo y pongo en el titulo "El guionista jarrón"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te has olvidado del caos :-)